19 de enero
El sabio de corazón es llamado prudente, y la
dulzura de labios aumenta el saber. Proverbios 16.21
Nada
tiene que ver la sabiduría con cualquier tipo de inteligencia.
Charles
Spurgeon dijo: “El pórtico del templo de la sabiduría es el conocimiento de
nuestra propia ignorancia”.
Salomón
dijo: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová…” Prov. 1.7
La
entrada hacia la sabiduría es el reconocimiento de nuestra ignorancia y los
primeros pasos de la sabiduría es el temor de Jehová.
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La
sabiduría comienza cuando el corazón reconoce la necesidad de la misma.
¡Ojo!,
la Biblia en diferentes lugares menciona que el necio anda según su propio
corazón:
“El
que confía en su propio corazón es un necio, pero el que anda en sabiduría será
librado”. Prov. 28.26
La
necedad comienza cuando le damos “rienda suelta” a los deseos de nuestro
corazón. Y la corriente de este mundo nos enseña a eso. Nos enseña a vivir en
necedad al meternos en nuestras cabezas sus marcas.
El
mundo del comercio y su marketing nos manda a que vivamos como necios. Observa
algunos “eslogan” de marcas reconocidas:
Nike
– “Just do it” (Solamente hazlo)
Lays
– “¡A que no puedes comer solo una!”
L´oreal
– “Porque tú lo vales”
Netflix
– “I can´t decide” (No puedo decidir)
Pepsi
– “Vive ahora”
…¡entre
otras!
Si
la sabiduría nos enseña a ser prudentes, el mundo nos enseña a ser insensatos.
A vivir la vida sin temor al Señor.
Es
interesante ver que el proverbista escribe: “El sabio de corazón es llamado
prudente….” Proverbios 16.21 Aquel que es sabio de corazón es entendido; es
prudente. El prudente es capaz de pensar y prever los riesgos de esto o
aquello, a tal grado que, no recibe ningún daño debido a su entendimiento, a
que es sabio de corazón.
El
mundo no enseña eso… solo a que vivas tu vida como necio.
Siempre
piensa bien en las cosas y serás llamado sabio.
La
obediencia a nuestros propios deseos del corazón nos puede llevar a la ruina.
Pero aquel que es sabio de corazón es prudente. Piensa antes de actuar y
entiende los riesgos. No te dejes llevar por lo que el mundo ofrece; recibe lo
que Dios nos ha dado.
H.R.
Gómez
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